La Oveja negra y demás fábulas es uno de los bestiarios más memorables y perturbadores de la literatura de todos los tiempos: Monterroso siembra de dinamita el terreno tradicional de la fábula y nos muestra el revés de la trama de un género habitualmente inofensivo y ejemplarizante. Ejecutando un malicioso pase de prestidigitador, nos revela la sombra del hombre contemporáneo a través de una incomparable galería zoológica.
Sin duda se trata de un libro peligroso: nos dice exactamente lo contrario de lo que esperamos oír, y la imagen que nos devuelve hace tambalear las más sólidas convicciones de este mundo. Antienseñanzas impartidas puntualmente por animales que «se parecen tanto al hombre que a veces es imposible distinguirlos de éste». Textos directos, estimulantemente llanos y breves, animados de la impenitente ironía de un autor cuya prosa se nutre de la inteligencia llevada a sus últimas consecuencias. Una obra maestra del ingenio, la imaginación y el puro regocijo creador. Un bestiario surreal que habita tanto en las páginas de este libro como en lo más recóndito de nuestras conciencias.
«Imagine el fantástico bestiario de Borges tomando el té con Alicia. Imagine a Jonathan Swift y James Thurber intercambiando notas. Imagine a una rana del condado de Calaveras que hubiera leído realmente a Mark Twain: he aquí Monterroso» (Carlos Fuentes).
«Estos pequeños textos, en apariencia inofensivos, muerden si uno se acerca a ellos sin la debida cautela y dejan cicatrices, y por eso mismo son provechosos» (Isaac Asimov).
«La obra de Monterroso está construida piedra a piedra por un arquitecto que conoce a la perfección las técnicas y los postulados de.su siglo, y los aplica lentamente, metódicamente, en construir un monolito a la intemporalidad» (Robert Saladrigas).
«La prosa de Monterroso sabotea las defensas que el lugar común ha instalado en la conciencia para perpetuar la necedad. Una alegre guerra de guerrillas de la que no escapan los escritores ni el propio autor» (Roberto Fernández Sastre).
«Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad» (Gabriel García Márquez).